La tierra se derrumbó en 45 segundos

Creo que en todo el mundo los viernes son famosos por ser sinónimo de fiestas, bares, diversión, según el gusto de cada quien, además de significar para muchos el fin de una semana de trabajo que permite quedarse en cama hasta pasada la hora acostumbrada, otros por el contrario siguen su rutina y deben trabajar, esto fue lo que marcó la diferencia entre la vida y la muerte el día sábado 13 de enero de 2001, cuando durante 45 segundos el territorio salvadoreño fue sacudido por un violento terremoto de 7.7 grados en la escala de Richter, antes del mediodía, con epicentro en las costas salvadoreñas.

Como cosa nunca antes vista y con pocas explicaciones científicas al cumplirse un mes exactamente, el 13 de febrero de 2001 y con pocas horas de anticipación, esta vez a las 08:22h, otros 20 segundos estremecieron la zona paracentral de El Salvador, los muertos ascendieron a más de mil 200 entre ambos y dejaron un país bombardeado con miles de casas destruidas o soterradas juntamente con sus habitantes.

Las radioemisoras callaron y no había manera de saber que había pasado pero era de imaginarse que con esa magnitud algo grave en algún lugar había sucedido, me fui al Hospital Rosales y a cada ambulancia de los cuerpos de socorro que llegaba con pacientes les preguntaba y hablaban de daños menores hasta que alguien me dijo: “fue en la zona sur”, me marché a San Marcos donde un alud de tierra y rocas había sepultado a varias personas, logré ahí una de las fotos que sería el símbolo de la tragedia, sin embargo, lo peor aún no lo había visto, me dijeron que era en Santa Tecla y ¡ahí fue! Manejé hasta donde pude y continué caminando hasta llegar a lo que era la Colonia Las Colinas, construida al pie de una cordillera cafetalera en la fresca ciudad de Santa Tecla.

Colonia Las Colinas.

Miles de personas, socorristas con uniformes de todos los colores y soldados del ejército realizaban el rescate de personas atrapadas bajo los escombros de centenares de casas arrasadas por un deslave que bajó desde la Cordillera del Bálsamo tras el sismo, era algo impresionante y escalofriante, había gritos de dolor, gritos de desesperación y gritos de auxilio, los rescatistas no paraban de rasgar la tierra con palas y picos intentando llegar a los sobrevivientes, las oportunidades fueron pocas, el deslave tomó fuerza cuando el terremoto derrumbó un tanque de captación de agua y formó una avalancha de lodo, árboles y rocas que sepultó centenares de viviendas donde muchas personas aún descansaban, y los que habían salido a trabajar no daban crédito a lo sucedido al regresar y no encontrar más que tierra y centenares de socorristas buscando a sus familiares.

Fue una cobertura desgastante, la magnitud de la tragedia hizo que países como México, Francia, Venezuela y otros enviaran equipos especializados en búsqueda y reconstrucción, sin embargo, cuando se creía que la tormenta había pasado y llegaría la calma otro azote más cayó sobre departamentos como San Vicente, Cuscatlán y La Paz. Las carreteras fueron bloqueadas y prácticamente el acceso imposible, por primera vez después de finalizada la guerra vi a una flota de helicópteros de la Fuerza Aérea que sobrevolaba no para ametrallar o lanzar cohetes sino para evacuar a víctimas de las zonas afectadas, aterrizando en zonas difíciles, rescataban sobrevivientes y trasladaban a los rescatistas a las zonas para que salvaran más personas, el helipuerto del Hospital Militar fue su base.

El Salvador ha sido conocido como el Valle de Las Hamacas, por ser un territorio sísmico, no obstante, las leyes siguen siendo blandas a la hora de proporcionar permisos de construcción a residenciales de lujo o permitir simples “remodelaciones” a estructuras severamente dañadas por terremotos anteriores, sucedió en 1986 y se ha repetido desde que tengo conocimiento. Cuando viví el primer terremoto contaba apenas con un año, mis padres me cuentan cómo fue, pero a partir del 10 de octubre de 1986 he vivido esas tragedias de manera intensa, de cerca, viví el drama de las madres en el colegio de niñas Santa Catalina derrumbado totalmente y el edificio Rubén Darío, además del casi 80% de los edificios del centro histórico en el suelo. También me tocó vivir el trágico terremoto de la Ciudad de México en 2017, cuando tras finalizado un simulacro que de paso conmemoraba un aniversario más del ocurrido en septiembre de 1985.

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